¿Cómo aprenden, de qué comodidades gozan, qué patios tienen para sus juegos, qué puede hacerse para embellecer y elevar la vida de los cinco o diez mil niños que educan nuestras escuelas y liceos?
El niño ha de ser lo más vivo y urgente en los afanes y lo más elevado en las esperanzas de una colectividad moderna.
Nos importan, pues, sus instituciones deportivas e intelectuales, sus bibliotecas y sus museos, por sobre cualquier cosa.
Los maestros deben mostrar las bellezas o las miserias de su escuela, para crear, lenta pero seguramente, la simpatía de la ciudad hacia ella, ya que sólo conocer conduce a amar.
La vida de un establecimiento no ha de ser sólo interior, subterránea, fría; se ha de derramar hacia afuera, en forma de cooperación con las actividades locales y de la comunicación de sus anhelos.
Exhibición, no; transparencia de la labor que se realiza, plena luz en torno de ella, porque es honrada, y petición de ayuda, porque a todos importa la casa de los niños, porque debe ser ella la ternura viva y latente de todos los hombres y las mujeres buenas y conscientes.
** Este texto fue extraído del libro "Poesía y prosa", una selección de poemas y cartas escritas por Gabriela Mistral (realizado por Floridor Pérez).
Me llamó la atención este texto, debido a como Gabriela Mistral se anticipa en medio siglo a lo que llegarían a ser los suplementos escolares en la actualidad y sobre todo su preocupación por los niños, la educación y el rol que deben cumplir los profesores, madres y padres para con sus hijos en la tarea de educar.